De: "Netzahualcóyotl recorre las islas"


SAINT MARY

 

TE ESPERO junto a la iglesia de Santa María en Wimbledon.

Ahí, junto a las tumbas más antiguas, donde puedes leer:

"To my dearest John or Catherine",

porque sé que encontraré tu espíritu

en esta tarde luminosa de febrero,

precisamente en el meridiano de esta isla boreal.

Apenas me di cuenta de que te necesité aquel año

que volaste a París con todas tus ilusiones.

Yo no quise saber y olvidé suavemente

sin demasiados aspavientos.

Dieciséis años después,

te espero puntual a la cita.

Hoy te diré qué tan enojada estoy.

Te diré que no te vayas a París.

Dieciséis años para esperar te, no en el parque moro,

sino en el cementerio local, junto a una lápida,

que ningún cuerpo guarda,

sino cicatrices del espíritu.

 



ANTE LA TUMBA DE DYLAN THOMAS
 
BUSCAMOS la famosa cruz blanca, de madera.
Sencilla, no sabemos, si por tu propia voluntad
o porque todo el mundo cree
que los poetas somos seres sencillos y humildes por naturaleza,
pero no estaba.
La habían quitado para poder enterrar a tu esposa,
que te sobrevivió más de cuarenta años,
no sabemos si lamentándose o feliz de la vida,
pero quien finalmente te alcanza en el mundo radiante
            de los huesos blanquísimos.
Una vez más podrán hacer el amor.
Ojalá de verdad, de muertos, no cuente la edad
porque tú le llevas ventaja a la pobre, cabrón.
Y aquí, a los pies de tu sepulcro o de vuestro sepulcro,
miro las verdes colinas de Gales, tu paisaje siemprevivo
y me pregunto cómo llegaste a ser tan buen poeta,
tan alejado del mundo, pero tan cercano al mar.
 
Quizá eso fue lo único que te hizo entender
las profundidades de la naturaleza humana,
eso, o el observar el vuelo de las aves marinas.
Y quiero decirte que estuve en tu casa y lloré.
Lloré porque sabía que un día estaría en Laugharne.
No sabía que sería finales de agosto ni que llevaría
a mis hijas ni que andaría de la greña con Arturo,
pero lloré porque tu voz de poeta siempre ha llegado
a mi alma, aunque algunos digan que eras un borracho,
que lo eras, por supuesto,
pero eso nunca te quitó lo poeta.
 
Yo he venido a rendirte homenaje
pero en este momento, sólo quiero hablarte de miserias.
De cómo el amor se hunde en los órganos
y los hace sangrar, porque nosotros no queremos dejar
de amar o quizá simplemente, de estar.
Y los idilios más apasionados se ensucian
con las palabras ligeras del insulto
y el matrimonio y la convivencia,
provocan silencios lisos que se prolongan
entre los pensamientos largos y los cortos,
y parecen durar toda la vida.
Yo que nací siendo visible
y me he pasado la vida tratando de ser invisible,
empantanada entre el ser y el no ser,
queriendo ser buena madre y lastimando,
deseando amar a los que se me mueren,
dando a destiempo con la torpeza de un reloj descompuesto.
Nadie está exento del dolor en ninguna situación, Dylan,
ni de la culpa que no sirve para nada,
sino para hacernos más lentos, más torpes.
Yo he venido a tu tumba a decir una oración para ti,
pero en este momento no puedo, las lágrimas me ahogan
y sólo quiero que me regales un poco de magia
antes de que la escarcha pinte mi pelo con sus dedos blancos
y mis octubres todos, sean de un hielo definitivo,
antes, comparte conmigo tu secreto.
¿Fue sólo el mar helado y el canto de los cuervos?
¿O las colinas verdes o el frío de la vejez que se acercaba?
Imbuye en mí, tu sangre. Háblame, Dylan, háblame. 
 
 


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